martes, 22 de julio de 2014

Al mal tiempo, cara bonita

Pedro Sánchez (izquierda) y Matteo Renzi (dcha). Fuente: RTVE y Riparte il futuro 

     Que la socialdemocracia europea está en crisis no es un secreto para nadie, ni siquiera para los principales dirigentes de los partidos de centro-izquierda, que han visto cómo la crisis ha afectado, no sólo a sus propuestas, sino también a las personas capaces de llevarlas a cabo. Una crisis de ideas que ha motivado el anquilosamiento de estos partidos dentro de lo que podríamos llamar “la vieja política”, que refleja una generación de propuestas obsoletas y oxidadas incapaces de dar respuestas eficaces a los complejos problemas del presente. Esta “vieja política” trae además consigo una generación de políticos con un discurso conservador, que prefiere hacer pequeñas reformas “make-up” en las políticas públicas, pero vade retro si se trata del sistema político sobre el cual se asientan.
       De esta manera, a nadie extraña que hayan surgido a la izquierda de los partidos socialdemócratas otros partidos más innovadores, con nuevas a e interesantes propuestas (aunque con precaución) y, sobre todo, nuevos líderes más jóvenes capaces de transmitir estas propuestas y de conectar de nuevo con el electorado, cubriendo el espectro de la izquierda. Las nuevas generaciones de votantes no pueden sentirse identificados con una vieja política que no desea cambio alguno. Ante el neoliberalismo que asola Europa, los jóvenes piden otras propuestas para conseguir una Europa más social y más justa, y partidos políticos como Podemos, liderado por el carismático profesor de Universidad Pablo Iglesias, están consiguiendo captar este voto joven.
         En este contexto, muchos de los partidos socialistas europeos se han aplicado la celebérrima máxima unamuniana de “renovarse o morir”. Ante el desplome de votos en las pasadas elecciones europeas del 25 de mayo, el PSOE ha mirado con buenos, e inevitables, ojos el proceso de cambio político dentro del propio partido. Así, la cúpula del PSOE se ha preguntado: ¿Cuál es el modelo a seguir? ¿Qué partido socialdemócrata está obteniendo buenos réditos con su proceso de cambio? Y la respuesta la encontraron no muy lejos: en Italia. Y en concreto, en una figura que está adquiriendo gran relevancia en el panorama político europeo: Matteo Renzi.
        Este joven político italiano saltó a la fama en 2009 cuando con tan sólo 34 años, se convirtió en el alcalde de la urbe de Florencia. Sin embargo, 2012 constituyó el año clave en su carrera política, ya que se celebraron las primarias a presidir el Partido Democrático (integrado dentro de los socialistas europeos). Renzi era considerado una joven promesa de la política italiana, pero fue derrotado por el veterano líder de la vieja política, Pier Luigi Bersani. Las elecciones generales de 2013 arrojaron un resultado desigual para el Partido Democrático, ya que consiguieron mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, pero no lo fue así en el Senado, cámara conservadora por excelencia. La incapacidad para tomar decisiones tan trascendentales como formar gobierno o elegir al Presidente de la República Italiana le llevó a dimitir de su cargo de Secretario General del Partido Democrático, cargo al cual accedió Matteo Renzi inmediatamente tras ganar unas nuevas elecciones primarias con una amplia mayoría.
          Tras una nueva dimisión de Enrico Letta como Primer Ministro italiano, el Presidente de la República, Giorgio Napolitano, con el consentimiento de las cámaras, nombró a Matteo Renzi Primer Ministro de Italia. A partir de ahí, el camino de Renzi se ha labrado fructuosamente gracias a un ambicioso programa de reformas, no ya en el sistema económico (mayor flexibilidad fiscal), sino en el sistema político, ya que Renzi entiende que es inconcebible el funcionamiento de un país sin la existencia de un sólido y estable sistema político. Así, desde que llegó al cargo, ha apostado por el relevo generacional en la política italiana, y por rediseñar el sistema institucional (por ejemplo, eliminar las excepciones del bicameralismo perfecto). La gran legitimidad que le han dado los buenos resultados en las elecciones europeas le han catapultado hacia la cima política, encarnándose como la figura del político joven y preparado.
         Así, muchos han querido ver en Pedro Sánchez, nuevo Secretario General del PSOE, el “Matteo Renzi español”. Y no les falta razón. Sánchez, como Renzi, también apuesta por una reforma completa del sistema político como solución a muchos de los problemas de España. Sánchez busca reformar la Ley de Partidos Políticos para introducir elementos de democracia interna, limitar los mandatos, y favorecer el relevo generacional en la política.
       Sin embargo, la gran diferencia entre ambos estriba en la posición de poder que albergan sus respectivos partidos, pues mientras Renzi cuenta con una clara mayoría y cierto respaldo social, el PSOE de Pedro Sánchez aún no cuenta con una mayoría que le permita gobernar. La meta actual de Pedro Sánchez es intentar recuperar el voto del antiguo socialista de izquierda, que ha emigrado su voto hacia Izquierda Unida, o hacia la nuevo formación política Podemos. El camino a partir de ahora no va a ser coser y cantar para el PSOE. A la ciudadanía no le basta con una cara bonita. Sánchez tiene ahora que aportar credibilidad con sus proyectos y con su nueva ejecutiva, y por ello las elecciones autonómicas y municipales de 2015 van a ser determinantes para el futuro político del PSOE.
       En definitiva, los ejemplos de Pedro Sánchez y Matteo Renzi nos muestran que se está produciendo un importante cambio político en Europa, y el acento viene puesto en la renovación de los partidos socialdemócratas. Las buenas ideas y los proyectos serios respaldarán o darán la espalda a estos futuros líderes, que aunque ya están en la primera línea de salida, aún les falta pegar el sprint y consolidarse en la política. No obstante, el PSOE, y particularmente Pedro Sánchez, ya tienen un buen modelo a seguir, y no harían mal en estudiar a fondo los pasos de Renzi y acercar posturas con la nueva política italiana, sin caer en el “copia y pega”. La pretendida genuinidad de Pedro Sánchez tendrá que demostrar que no se limita a seguir ejemplos, sino a crearlos.
                

lunes, 7 de julio de 2014

Los "sanfermines" pero fraternales socialistas

        
Los tres candidatos (de izda a dcha): Madina, Sánchez y Pérez Tapias. Fuente: AFP

        Tradicionalmente, el 7 de julio es el día en el que dan comienzo los Sanfermines, donde los participantes corren desesperadamente para salir indemnes de las acometidas de los furiosos astados que también luchan entre ellos por ser el primero en llegar triunfante al ruedo. Unas cuantas horas después, a las 1 de la tarde se celebraba en la calle Ferraz de Madrid el primer debate entre candidatos a Secretario General del Partido Socialista Obrero Español, un debate que prometía ser histórico, pues nunca antes había tenido lugar un acontecimiento político de tales características en nuestro país, de ahí que la expectación generada haya sido grande. Se preveían unos grandes “Sanfermines” socialistas, en los que se darían una lucha dialéctica entre los tres candidatos, Pedro Sánchez, José Antonio Pérez Tapias y Eduardo Madina.
            Sin embargo, los tres grandes toros que parecían bravos, se han visto transformados en fraternales abantos. Es cierto que es el primer debate intra-partido que se celebra en nuestro país, pero daba la impresión de haberse celebrado de manera muy improvisada, sobre la marcha, no dando tiempo (tan sólo 115 minutos) a que los aspirantes confronten ideas y el espectador, o futuro votante, pueda ver con claridad cuáles son las propuestas de cada candidato. En un espacio tan reducido de tiempo, era normal que los tres postulantes a ocupar el cargo de Secretario General terminarán dándose la razón los unos a los otros y haciendo confluir las propuestas para vertebrar un mensaje de unidad con el cual presentarse al electorado.
            Empezaba a defender su postura el “militante de base” Pedro Sánchez, que a priori parte como favorito para acceder a la Secretaría General por el hecho de haber recogido un mayor número de avales que sus contrincantes (o compañeros, en el argot socialista). Sánchez se presentaba hoy como el candidato más moderado, y ha respondido con creces a esta etiqueta. Se le ha visto como el más seguro de los tres, y el que para el elector transmitía un mensaje de mayor mesura y cercanía. Decidido a transformar la realidad política del país, con propuestas interesantes (como una iniciativa legislativa para regular la “muerte digna”) y con algunas propuestas improvisadas y algo demagógicas que para el votante pueden sonar bien, pero alejadas de cualquier tipo de inteligencia política, como la supresión absoluta del aforamiento de los diputados (algo que inteligentemente ha sido reprobado por Eduardo Madina), ya que la inmunidad penal es fundamental y conditio sine qua non para el buen ejercicio político.
            El segundo candidato, Eduardo Madina, partía como favorito antes de que se hiciera oficial el resultado de los avales recogidos por los diferentes candidatos y que ahora ha perdido algo de fuelle en la carrera por ocupar el sillón de Secretario General del PSOE, y después de lo de hoy vemos por qué. A pesar de que muchas de las propuestas que planteaba Madina para el conjunto de España son bastante inteligentes y están correctamente planteadas, en cambio las propuestas planteadas para transformar pueden hacerle no sólo perder muchos votos, sino además ganarse ciertas enemistades de las cúpulas del partido, a pesar de lo democrático de sus propuestas, pero quizá algo radicales. Tal vez por esta difícilmente superable contradicción, Madina se ha presentado muy nervioso a este debate, lo cual se podía ver en su agresiva gesticulación, cosa que al elector puede no gustarle demasiado. No obstante, Eduardo Madina ha jugado bien sus cartas y ha sabido poner en evidencia en muchas ocasiones a su mayor rival, Pedro Sánchez.
            El tercero en discordia (o primero en concordia, como diría él) ha sido José Antonio Pérez Tapias, líder de la rama de Izquierda Socialista, el ala más marxista del PSOE, que parece no tener ninguna posibilidad de ganar el domingo 13 de julio, pero que ha servido para reintroducir el ideario de Izquierda Socialista en plena ebullición de ideas en el seno del PSOE. Podría parece el más radical de los tres, y de hecho, hoy se ha presentado con un discurso diferenciado del de Madina y Sánchez, pero a la vez también relajado de ideas que probablemente considerarían más alejamiento del militante socialista, de ahí que haya intentado buscar puntos comunes con ambos candidatos, aunque más con Madina que con Sánchez, eso sí.
            Como hemos dicho, el debate se ha celebrado en líneas generales, sin que cada candidato se haya podido pronunciar de una forma más concreta en cada uno de los temas fundamentales, tales como la corrupción la conformación territorial del Estado, aunque sí han dado pequeños retazos. Mientras que Madina y Sánchez apuestan por la reforma constitucional, Pérez Tapias se atreve a dar el paso y sugiere convocar, de manera legal, un referéndum consultivo a la sociedad catalana. Los tres han confluido en que España necesita convertirse en un Estado federal, pero han faltado elementos cognoscitivos para vislumbrar exactamente cuál es el modelo federal que los tres candidatos quieren para España. ¿Unir desuniendo o desunir uniendo? Parece que para todos, la propuesta federal es clave, pero nadie en el Partido Socialista sabe a ciencia cierta cómo debe ser ese federalismo del que todos tanto hablan y con el que tantos se llenan la boca.

            En definitiva, el PSOE ha dado hoy un gran paso en cuanto a cultura política se refiere, pero ha sido un paso frágil e insuficiente. El próximo 13 de julio, todos los militantes socialistas serán convocados a las urnas para decidir quién ocupará el trono del centenario partido: Sánchez, Madina o Pérez Tapias. El resultado no sólo arrojará una cara bonita. El próximo Secretario General del PSOE tendrá que partirse la cara para resolver los problemas del partido, unirlo y, sobre todo, preparar fuerzas para las elecciones generales del año que viene. Todo ello pasando por las trascendentales elecciones municipales de mayo de 2015, importantísima prueba de fuego para un PSOE que ya vio cómo Rubalcaba salió tocado y hundido de las elecciones europeas.  La ciudadanía ya no está dispuesta a aceptar cualquier cosa que le venga dada, y no le bastan proyectos edulcorados ni caras bonitas. Se necesitan hechos, y el PSOE tiene un gran trabajo encima para quitarse la losa del inmovilismo que le ha caído encima. Veremos si este toro tiene más cosas que embestir.

martes, 3 de junio de 2014

República vs. Monarquía: de mi idea de la democracia

Fotografía del diario Ideal, donde se refleja la manifestación por la III República del 2 de junio

           Ayer, día 2 de junio de 2014, recibimos una noticia totalmente inesperada: Su Majestad el Rey, Don Juan Carlos de Borbón y Borbón, abdica en la figura de su hijo Felipe que, a la larga, podría convertirse en Felipe VI. En pocos momentos, no tardó en surgir el clásico debate sobre la dicotomía entre Monarquía y República como forma de Estado.
Me gustaría traer a colación mis reflexiones sobre dicho debate, y sobre muchas de las mentiras que se quieren verter aquí acerca de las pretensiones de quienes defendemos una República de forma consciente y activa.
Una República no es sólo una bandera, no son sólo tres colores, un escudo, es algo más que eso. La República es una forma de concebir la democracia y de extenderla a toda la sociedad.
El problema viene cuando se trata de deslegitimar a una y otra parte asociándolas a figuras pasadas y a ideologías. Y supongo que ya saben a lo que me refiero: a la clásica asociación República-Izquierda y Monarquía-Derecha. Señores, para su propia supervivencia y legitimidad, un Estado es y debe ser ajeno a cualquier tipo de ideología, pero parece que muchos quieren identificar a los republicanos como "perroflautas rojos y comunistas" para seguir perpetuando su situación y elevarse como poseedores de "la paz democrática", y dejarnos como "anti-democráticos", cuando precisamente queremos una República para demostrar todo lo contrario.
Ustedes pueden elegir entre Juan Carlos motor de la Transición, o Juan Carlos elegido por el Caudillo. Entre Juan Carlos defensor del orden constituciona en el 23-F, o Juan Carlos instigador de dicho golpe. De ustedes depende la opción escogida, de acuerdo a sus identidades, ya sean monárquicos o republicanos. No seré yo el que se introduzca en dicho debate, lo hecho hecho está. Juan Carlos ha tenido un papel importante en la consecución de la democracia, pero a mi parecer, otorgándole todo el protagonismo, se lo estaríamos quitando, arrebatando, usurpando al verdadero motor de la Transición: el pueblo. Un pueblo que se movilizó a favor de la democracia, se posicionó contra el Franquismo y luchó incansablemente para conseguir aquello que hoy, desgraciadamente, estamos perdiendo a pasos agigantados. Un pueblo al que, desde entonces, lo han hecho "juancarlista", y silenciaron su debate acerca de la forma de Estado que querían.
Sí, yo estuve ayer en la concentración (luego derivada en manifestación) que se celebró en todas las capitales de España, no ya sólo para pedir la III República, sino algo muchísimo más importante, y de lo que intencionadamente muchos quieren olvidarse: convocar un referéndum que permita al pueblo decidir en qué tipo de Estado quiere vivir. ¿Hay algo más democrático que un referéndum que permita que el pueblo exprese libremente en las urnas bajo qué marco común de convivencia desean permanecer?
Había todo tipo de pretensiones acerca de la República que todos los que estábamos allí queríamos construir: mientras unos prefieren una República socialista (pretensión totalmente legítima, por otra parte), otros preferimos una República social y democrática de Derecho. Si cabe, mucho más social y mucho más democrática de lo que es actualmente.
Sin embargo, muchos se empeñan en hacernos pensar que queremos revivir el debate de las "Dos Españas" y que queremos iniciar una nueva Guerra Civil. Antes de nada, a pesar de los muchos errores cometidos (y que debemos aprender para no repetir), la II República trajo a España muchos de los avances democráticos más importantes de aquella época, pero ese sueño fue truncado antes de que viera sus frutos, como todos sabemos, por el golpe de Estado del bando nacional la noche del 16 al 17 de julio de 1936.
¿Eso quiere decir que añoremos y queramos volver a tal estado de cosas? En absoluto. Muchos de los que estábamos allí optamos por la famosa "Tercera España", una España que sea ejemplo en el mundo por el desarrollo de sus derechos fundamentales, de sus instituciones, de su democracia.
Por este motivo, no veo por qué muchos recelan de la convocatoria de un referéndum, cuando es la muestra más democrática de la que puede hacer gala un Estado. ¿Tanto miedo hay a lo que el pueblo pueda pensar? No pido una ruptura total con el actual régimen, pido una necesaria evolución que elimine el anquilosamiento de una dinastía en la Jefatura del Estado, y que el próximo Presidente de la República pueda ser elegido entre todos los españoles y españolas, juntos hermanados por un futuro mejor, lleno de paz y democracia.

Por todo ello, mi posición es clara. Yo digo SÍ al referéndum. SÍ a la III República. En definitiva, un SÍ rotundo a la democracia.

Salud y República, amigos.

sábado, 31 de mayo de 2014

La educación, ¿otro ladrillo más en el muro?

Fotograma del videoclip "Another Brick In The Wall", del grupo inglés Pink Floyd

           En un mundo cada vez más deshumanizado, el reduccionismo económico campa a sus anchas por el planeta. Ya casi no queda nada que no pueda resultar susceptible de ser medido en términos económicos, maximizando los beneficios y reduciendo las pérdidas. Uno puede pensar en el amor o la amistad como esferas puras libres de la injerencia de aquella “mano invisible” de la que hablara Adam Smith hace unos cuantos siglos.
Sin embargo, ni nuestra pareja se salva de esta coyuntura, y no son pocos los que se han visto obligados a finalizar una relación, por ejemplo, por verse obligados a trabajar en un país foráneo, bien sea haciendo algo relacionado con aquello para lo cual se prepararon afanosamente, o bien resignándose a aceptar un puesto como “distribuidor fijo de viandas de rápida preparación con alto contenido en materia grasa” (también conocido vulgarmente como “dependiente de McDonald’s”) en la concurrida Victoria’s Street, y con un sueldo que apenas sirve para asegurar la supervivencia.
Y usted quizá se esté preguntando, ¿qué tiene que ver esto con la educación, que a fin de cuentas es el tema que estamos tratando? Quizás nada. Quizás todo. Depende de cuál sea su prisma a la hora de enfrentarse al debate. ¿Se considera usted una persona que le gusta analizar todo en términos de beneficios y pérdidas? En caso afirmativo, debo reconocerle que es un modo de ver el mundo bastante interesante. Sin embargo, en el tema de la educación, y como en cualquier tema de igual  calibre, es necesario tener en consideración varias interpretaciones.
Cuando le preguntamos a otras personas cuáles son los problemas a los que se enfrenta la educación en la actualidad, la respuesta más intuitiva probablemente tenga relación con la economía, con los famosos “recortes”. Y no les falta razón. Los recortes están lastrando en gran medida el desenvolvimiento y la accesibilidad de muchos estudiantes a la educación en todos sus niveles. En pura teoría, una menor inversión en educación supone a la larga una menor preparación de nuestros jóvenes y, consecuentemente, menor competitividad con respecto al resto de países. 
Pero, ¿es realmente la inversión lo que falla en el sistema educativo? Un aumento en las partidas presupuestarias asignadas a la educación, ¿sería la panacea? La respuesta es evidente: en absoluto. Sería como darle a un enfermo pequeñas descargas para reanimarle el pulso, mientras va muriendo lentamente. El enfermo cree que se está curando, cuando en realidad el poco efecto de las descargas es la verdadera causa de su lenta muerte.
¿Adónde quiero ir a parar con esta metáfora? A que no se puede combatir la crisis de la educación con insignificantes descargas eléctricas, sino con una gran descarga que reactive el sistema nervioso del paciente y haga que el núcleo de la vida, el corazón, vuelva a bombear la circulación a todo su cuerpo.
Nuestro gran fallo ha sido considerar como el corazón de la educación al poderoso caballero Don Dinero de Quevedo, en vez de al propio sistema educativo, a la concepción que desde la política se hace de él. Hasta que no se haga una reflexión unánime, conjunta y decidida sobre la remodelación de nuestro sistema educativo, cualquier otra medida no servirá sino como un parche provisional que en cualquier momento puede dejar de ser eficaz.
¿Qué entiendo yo por fallos del sistema educativo actual? Priorizar los resultados académicos del alumno en vez de enseñarle a reflexionar sobre el mundo que le rodea. Enseñarle técnicas memorísticas de cara al examen en vez de explicarle el por qué de lo que está intentando memorizar. Hacerle entender los procesos a través de los resultados en vez de poner el acento sobre las causas, es decir, que el alumno finalmente asevere que todo lo que ha aprendido no tiene aplicación en su contexto, porque le han enseñado qué es un árbol, pero no le han enseñado cómo se debe plantar una semilla y regarla para obtener ese magnífico árbol.
Y lo que a mi parecer es el carácter más inhumano del modelo educativo: asimilar a los alumnos a máquinas de producción de resultados, y parafraseando a Pink Floyd, como “unos cuantos ladrillos más para el muro”, fomentando la competencia entre ellos, competencia que en sí misma no es mala, pero que puede ser desleal y perjudicial a largo plazo si no va acompañada de valores necesarios como el compañerismo, la solidaridad, la ayuda mutua y la cooperación.
Esa errónea concepción del sistema educativo tiene su principal causa en el poco consenso en esta materia entre las fuerzas políticas del país. Si en 35 años de democracia hemos tenido 7 leyes de Educación, es decir, aproximadamente una ley cada 5 años, es evidente que existe un problema de continuidad y consolidación del sistema educativo en nuestro país. Cuando un partido político, llámese PSOE, llámese PP, tiene como primera tarea al entrar en Gobierno imponer su criterio ideológico en una materia tan trascendental como la educación, sin buscar el consenso entre los miembros de la oposición, no podemos esperar que un proyecto educativo dé buenos frutos, y a los estudios e investigaciones internacionales nos remitimos…
La solución a este problema no debe pasar únicamente (aunque sí necesariamente) por un consenso entre todas las fuerzas políticas, sino que también debe contar con el apoyo de las rectorías de las Universidades, de las asociaciones de docentes y alumnos de todos los niveles educativos, de pedagogos y de especialistas, con el fin de hacer de la Educación un auténtico tema de Estado, y dotarlo del consenso y minuciosidad que nunca ha tenido.
En definitiva, se trata de impulsar la capacidad de comprensión y de reflexión del futuro alumno, que piensen por sí mismos y se cuestionen, incluso, la propia educación recibida. Es una firme apuesta por el carácter de la socialización del modelo educativo, que lleva aparejada la creación de ciudadanos comprometidos con el futuro. Una generación de alumnos que comprendan que de ellos depende el bienestar de su país y que ellos son los responsables de cambiar el designio de los tiempos. Con sus conocimientos, con su esfuerzo, con su trabajo y con su perseverancia, podremos construir entre todos una sociedad que apuesta firmemente por la educación como el motor, no sólo del crecimiento económico, sino más importante aún, del crecimiento humano, del crecimiento en valores, que constituyen verdaderamente la seña de identidad y progreso de un país. Con esfuerzo y con ilusión, una nueva educación es posible.

sábado, 12 de abril de 2014

Las chicas son guerreras... ¿y socialistas?


(de izq. a der.) Elena Valenciano, Susana Díaz y Anne Hidalgo

           “Señores, es evidente que nuestro partido no está pasando por su mejor momento. Nuestra ineficacia para hacer frente a la crisis económica nos ha hecho perder gran parte del electorado. Os he reunido aquí porque el partido necesita nuevas ideas, nuevas propuestas y, sobre todo, un líder que sepa comunicarlas, que conecte con el electorado y recupere la esencia de nuestro partido. ¿Alguna idea? ¿Sí, Susana?”
                “Discúlpeme, señor Presidente, pero… ¿por qué no UNA líder?”
               
           Es posible que todas las conversaciones de las Ejecutivas federales de los partidos socialistas hayan comenzado de esta manera. Y muchos han resuelto esta difícil papeleta de la misma manera: colocando al frente del partido a una mujer.
Así las cosas, a la edad de 38 años, Susana Díaz se ha convertido en la primera mujer Presidenta de los andaluces. Llegó siendo una completa desconocida, pero su firmeza y su decisión a la hora de hacer política la han colocado en el primer plano del panorama político nacional, y ahora pocos desconocen quién es esta “guerrera andaluza”. Baste recordar que, en plena indecisión del PSOE acerca de la actitud con la que afrontar el desafío soberanista de Cataluña, una llamada desde Sevilla fue suficiente para reconducir al partido y hacerle votar en contra de dicha propuesta, poniendo de relieve la capacidad de convicción que tiene Susana Díaz sobre la Ejecutiva Federal del Partido Socialista y sobre sus bases.
2014 es un año clave para la andadura de los socialistas, en la medida en que un buen resultado en las elecciones europeas del 25 de mayo les daría un respiro de cara a las importantes elecciones generales de 2015. ¿Y a quién mejor que poner al frente de las listas que a una mujer? El 9 de febrero, la Ejecutiva decidió que Elena Valenciano, de 54 años, encabezara la lista de candidatos al Parlamento Europeo y liderara un importante proyecto de partido que, de fracasar, sería un vendaval para Alfredo Pérez Rubalcaba, que desde la calle Ferraz observa a Valenciano muy atentamente, como si se tratara de su último bote salvavidas.
Más cercana en el tiempo es, sin duda, la buena nueva que llega desde nuestro país vecino, Francia. Tras la clamorosa debacle del Partido Socialista francés en las elecciones municipales de marzo, por la mala gestión de François Hollande desde la Presidencia y su viraje hacia políticas neoliberales poco acordes con el espíritu de su partido, éste ha podido marcarse un pequeño tanto por el mantenimiento de la alcaldía de París, feudo socialista desde que en 2001 fuera liderada por Bertrand Delanoë. ¿Y quién va a ocupar la mairie de París? Sí, lo han adivinado, es una mujer, Anne Hidalgo.
Hidalgo, hija de republicanos gaditanos exiliados, se presentó a estas elecciones municipales como la nota exótica a tener en cuenta, y desde luego, su victoria no ha pasado desapercibida, ya que se ha convertido en la primera mujer alcaldesa de París y en el ojito derecho de Hollande, casi salvado de una catástrofe que no podía haber sido peor.
Después de ver estos tres ejemplos, cabe preguntarse lo siguiente: ¿están conquistando definitivamente las mujeres los altos cargos de los partidos políticos y, en concreto, del Partido Socialista? ¿O constituyen tan sólo una herramienta propagandística al servicio del partido para dar al electorado una mayor imagen de integridad y adecuación a los nuevos tiempos?
Joni Lovenduski, politóloga experta en temas de género en los partidos políticos, consideraría que estas medidas  se incluyen dentro de las denominadas “positive discrimination strategies” (estrategias de discriminación positiva), que suponen el estadio más avanzado de incorporación de la mujer a un partido político, en la medida en que se introducen medidas por las cuales se les reserva a las mujeres determinados puestos de decisión política (cuotas), o se configura un porcentaje mínimo de mujeres que deben ir en las listas electorales. El ejemplo más claro es la lista “cremallera” que usará el PSOE para las europeas, en las que alternará a mujeres y a hombres en los puestos de la lista.
Sin embargo, Lovenduski nos advierte de un peligro, y es que si estas cuotas se introducen en puestos estratégicos de gran importancia en el partido, los hombres pueden verse tentados a proteger su monopolio de poder, como en otros tantos ámbitos. El tiempo dirá si tan sólo son “marionetas de partido”, o si verdaderamente la fuerza, el coraje y el trabajo de estas mujeres resultan recompensados.
No podemos desmerecer en absoluto la aventura que inician estas tres mujeres, e independientemente de su partido, representan un nuevo comienzo en la andadura del género femenino por la política, tanto nacional como internacional. Ya se han sentado las bases, y ahora con perseverancia y educación, está en nuestras manos acabar con la discriminación de género en la política. Como diría un buen amigo mío:

“La revolución será feminista, o no será”

sábado, 19 de octubre de 2013

Los valores de la izquierda, ubi sunt?

       
Agentes de policía vigilando un desalojo gitano en Lyon (Emmanuel Foudrot-Reuters)
 
             La crisis económica está poniendo el mundo patas arriba. Qué novedad, ¿no? Podría hablar de la situación de millones de desempleados, de la corrupción en la política. Podríamos hablar de España, pero esta vez no lo haré, sino que me trasladaré a un país vecino: a la hermana Francia. Y todo ello para comentar una de las consecuencias, a mi juicio, más graves de este desorden mundial: la pérdida de valores. Pero no una pérdida de valores cualquiera, sino en un sector muy específico de la política.
            Y es que desde el comienzo de la crisis económica, la izquierda ya no es la izquierda, y el buen ejemplo de ello es el recorrido que han tenido los Partidos Socialistas europeos. Lo sé, habrá quien diga que esos partidos nunca se han situado en el espectro político de la izquierda, aunque yo prefiero seguir pensando que siguen ahí, aun cuando muchas de las políticas que llevan a cabo en el gobierno sean por el obedecimiento y acato a las medidas de la famosa troika.
            Pero ya no es sólo en materia económica donde los Partidos Socialistas se han acomodado a las recetas neoliberales, antagónicas a lo que ha sido su esencia histórica. Ahora también se sienten como Pedro por su casa en la utilización del mismo discurso de ciertos sectores de la derecha y, cómo no, de la ultraderecha. El discurso xenófobo, racista y discriminatorio.
            Y en este caso el protagonista no es el Frente Nacional, el partido ultraderechista liderado ahora por la hija de Jean-Marie Le Pen, sino, quién lo diría, el Partido Socialista francés, de la mano del Ministro de Interior, Manuel Valls, con el beneplácito del impasible Président de la République, François Hollande.
            Me estoy refiriendo a la expulsión del país de 20000 personas de etnia gitana, por estar asociados, según el ya mencionado Ministro, “a la delincuencia y a la mendicidad”, y personalizado en una alumna gitana de 15 años, Leopolda Dibrani, que fue separada del resto de sus compañeros de clase mientras realizaba una actividad escolar para ser detenida y deportada junto a toda su familia. Esta vivencia personal ha recorrido el mundo, y nos ha llenado de auténtica vergüenza a unos cuantos.
            Vergüenza no sólo por el hecho en sí, sino por haber sido perpetrado por un gobierno socialista, cuyos valores siempre han propugnado la humanidad y el respeto a los diferentes pueblos y culturas del mundo. Pues bien, esos valores se han perdido, y han adaptado, muy a nuestro pesar, el discurso xenófobo del que hablábamos antes.
            Un discurso que ha pasado, en palabras del sociólogo Ulrich Beck, de la modernidad simple a la modernidad reflexiva. Y me explicaré: la primera se dio en un contexto de Europa industrializada, allá por el siglo XIX, en la que el liberalismo propugnó la idea de los Estados-nación, Estados cuyos individuos son de una misma cultura, y diferenciados claramente de otros Estados. Sin embargo, con la globalización del siglo XX este panorama sufrió un profundo revés, y países como Francia empezaron a convertirse en receptores de población inmigrante, de tal manera que en la última década se está construyendo un discurso “neonacionalista”, caracterizado por hacer explícita la distinción del “nosotros-ellos”, y propugnando un nacionalismo proteccionista, con la instauración de un Estado fuerte y preventivo de la seguridad, que ya no busca la diferenciación entre Estados, sino dentro del mismo.
            Por último, quisiera realizar mi defensa particular, no sólo de los romaníes, sino de todos los pueblos de este planeta Mundo, y le diré algo al Ministro del Interior francés, Manuel Valls: quizá usted no lo recuerde, porque no lo vivió, pero al igual que esas familias tuvieron que emigrar a Francia buscando un futuro mejor, su padre también se vio obligado a exiliarse durante el franquismo, por ser hijo de un republicano. Usted representa a un partido con unos valores históricos que propugnan la igualdad y la solidaridad entre pueblos. No se deje llevar por la deriva de los acontecimientos en el resto de Europa y defienda los Derechos Humanos. Si sigue mi consejo, es posible que un día, la izquierda europea resurja con fuerza y le diga al mundo que ésta es la Europa que queremos: una Europa de hermanos, en la que no importe la raza, el sexo, ni la religión. Una Europa unida, en definitiva, por la defensa de los Derechos Humanos que todos tenemos por el mero hecho de ser ciudadanos de este mundo.
           
           

            

sábado, 31 de agosto de 2013

Dos robos, ¿misma legitimidad?

 Foto del asalto a un supermercado. 30 de agosto.    Foto de Luis Bárcenas llegando a Barajas      Extraída de Twitter: @mundoobrero                         5 de marzo. Publicada en La Vanguardia


Les invito a la reflexión una vez más a través de estas dos imágenes: a su izquierda tienen una imagen del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT), con los famosos carritos utilizados para llevarse material escolar de un hipermercado; y a su derecha, Luis Bárcenas, ex-tesorero del Partido Popular, implicado en uno de los casos de corrupción más grandes de la historia de España.
Supongo que ya saben por dónde van los tiros. Si consideramos la información que nos ofrecen los medios de comunicación, nos queda la impresión de que ambos han hecho lo mismo: robar. Sin embargo, bajo la apariencia de una misma acción, ¿podemos situar en la misma línea de comparación ambos actos? La respuesta que puedo ofrecer es bastante clara: no. Y me explicaré.
Si consideramos estos dos actos desde un punto de vista meramente formal o jurídico, nadie puede dudar de que ambos constituyen un delito, con sus responsables y sus respectivas penas.  Sin embargo, el quid de la cuestión gira en torno al complejo concepto de legitimidad. Desde luego, aquí entra en juego el uso connotativo que cada uno haga de dicho término.
No obstante, si miramos ambos casos desde un prisma exclusivamente relacionado con el interés social, parece evidente que el uso fraudulento que ha hecho el señor Bárcenas del dinero público para la contabilidad ‘B’ del Partido Popular no tiene, en absoluto, ningún interés social. Más bien al contrario, ya que persiguen meros intereses particulares, el viejo arte de enriquecerse a costa de otros.
Sin embargo, algún atisbo de legitimidad puede existir en el colectivo del SAT que, aun siendo plenamente conscientes de que están cometiendo un delito, deciden asumir la responsabilidad de robar alimentos y material escolar con el único fin de mejorar, aunque sea en pequeña medida, la situación de miles de familias andaluzas.
Con estos actos, el SAT ha conseguido un objetivo a mi parecer bastante importante, más allá de la función social que hayan podido realizar: al igual que con el caso de los carritos de comida protagonizado por el alcalde de Marinaleda, Juan Manuel Sánchez Gordillo, hace poco más de un año, el SAT ha vuelto a poner sobre la escena política y social con este gesto simbólico lo que parece evidente desde hace ya algún tiempo: la crisis del sistema.
            Parte de la ciudadanía, quizá motivada por el opio del cuarto poder, no tarda en condenar este acto como fascista y no duda en criminalizar sin piedad a los miembros de este colectivo. Otra parte, sin embargo, advierte que algo pasa cuando la justicia española parece quedarse impasible ante los casos de corrupción de la clase política, mientras que actúa con gran celeridad para condenar actos como los del SAT, o los de una señora cualquiera que robó una barra de pan.
            Y esto es lo reseñable del asunto: que un asalto a un supermercado tenga más morbo mediático que el caso Bárcenas o que cualquier caso de corrupción, es síntoma de que algo raro está pasando. Si condenamos de forma más enérgica el robo de material escolar para los que menos recursos tienen que la contabilidad ‘B’ del Partido Popular, es síntoma de que algo raro está pasando, y que nosotros mismos somos cómplices al consentir que así sea.
            Para concluir, he de decir que con este artículo no pretendo justificar ni mucho menos exculpar ninguno de los dos delitos, tan sólo constatar que bajo la misma visera, ambas acciones pueden ser vistas desde una forma radicalmente distinta. Y sobre todo que, por raro o extremo que parezca, detrás de la ilegalidad puede esconderse cierta legitimidad.